domingo, 11 de marzo de 2012

Cartuja.

Y de tanto ajustarla la clavija reseteo este mundo y todos los mundos que se abrieron bucólicos en las escarbadas fosas nasales de la tierra, donde orugas metálicas estación tras estación, circulando ante el color verde o patacón, te llevan en cualquier dirección, incluso dónde vas vos y todos esas gentes que va a trabajar en la ronda de la vida y  la valija de los días.

martes, 31 de enero de 2012

Exilio.

Después de largos tres años de soledad y exilio, volvieron ansiosos a su país.
Muy temprano por la mañana, al llegar los dos juntos, toda la familia los esperaba.
Todo fue sonrisas, lágrimas, brazos y abrazos, manos que se cruzaban, apretaban. Ojos que miraban y guiñaban. Labios que chapaban, besaban, hablaban, bla, bla, bla.
Al abrir la puerta de casa, su hermosa perra Juana toreaba…
No los reconoció.

martes, 10 de enero de 2012

Pelagatos.


Esa mañana jugando en el patio con el guardapolvo blanco puesto, Jonás esperaba para almorzar y luego ir al colegio. Como todos los mediodías, su abuela que vive en la casa de al lado,  le preparaba la comida mientras su madre le daba charla.
La gata negra de la vecina que vive atrás, había tenido la semana pasada cinco gatitos. Se encontraban los gatos cuidados por su celosa madre en una antigua casilla de cemento y puertas de chapa gruesa y verde, donde se ubicaban antiguamente los tubos de gas para abastecer la casa. No le dejaban a Jonás visitarlos, ni tocarlos, solo mirarlos desde unos metros y bajo el cuidado de un adulto.
Jonás pensó en los cinco gatos, en que su perro muerto ya se los hubiera comido a   todos. Cruzó de su patio al patio de la vecina y se metió debajo de un bruto camión Chevrolet para espiar los movimientos de los gatitos alrededor de la gata, que ya lo había visto y lo miraba fijamente. Volvió a pensar en su perro, en que su papá era más grande y fuerte que el papá de Pancho. Recordó a la vecina en chancletas con olor a pis de gato y gritando. Imaginando en pegarle, afirmo que los gatos son de él, vio sangre, se sintió gigante, que todo el patio le pertenece porque todo es de la abuela y la abuela es de él. Miró el guardapolvo lleno de tierra y aceite, se imaginó a la mamá chillando enojada, le gustó saber que se enojaría, escucho fuertes maullidos, huesos rotos, maullidos y después un fuerte grito. Miró hacia la casa de la abuela:
-¡Jonás, a comeeeerrrrr! ¡Apúrate Jonás!
Salió corriendo desde abajo del camión lleno de tierra y mugre, paso por el jardín de la vecina y le pisó las flores. Se enganchó la tela blanca del guardapolvo en una rama espinosa  de los rosales de la abuela y arrancó el bolsillo derecho. Siguió corriendo y entró veloz a la casa.
La vecina escuchaba Mañanitas Camperas en LU13, Radio Necochea. Desde la cocina de su casa, escuchó un grito desafinado que provenía de la casa de adelante.
-¡Te voy a matar! ¡Borrego de mierda! ¡Mirá como te pusiste el guardapolvo! Vas al colegio igual. ¡Si hicieras caso alguna vez Jonás!
¡No, no! ¿Qué hacés? ¿Estás loco? No le pegues a la abuela.

“Otra vez Jonás”, se dijo la vecina hacia adentro, se vio renegando como cuando los hijos entraban en la casa sucios y los retaba, se le dibujó una sonrisa en la cara y se ruborizó. En la radio escuchó: “Hazaña deportivo, Estación Quequen ascendió al Nacional B. En instantes, el testimonio de los protagonistas."
Miró hacia la ventana y se acordó qué era lo que estaba haciendo, la comida para los gatos. Abrió la puerta de la heladera y tomó un sachet de leche de un litro, recordó que tiene que ir al mercadito a comprar el Gancia y la soda para la picada de todos los días. Cerró la heladera, en un recipiente plástico azul volcó parte del contenido del sachet y lo dejó en la mesa para que se temple un poco.
Fue hacia la habitación, pensó en lo aburrida que estaba de esta vida, rancia de preparar día tras día el desayuno, del mantel con flores rojas y amarillas con fondo azul, de la ropa para dormir, de la ropa para estar en la casa, de la ropa para salir, del marido, de su voz, de su forma de tratarla tan distante. Pensó en no pensar más y salió al patio por la puerta de entrada. Miró hacia la casa de la abuela de Jonás de donde  se seguían escuchando gritos y llantos, vio un auto pasar por la calle y dos perros corriendo detrás. Se le volcó algo de leche al bajar el primer escalón al patio y mancho sus pantuflas color crema. Siguió caminando con su cabeza hacia abajo mirando las manchas. Levanto la vista, el sol en los ojos la cegó por unos segundos, frunció la frente, recupero los ojos, miró hacia adelante y vió a los gatos muertos. Se le cayó el recipiente con leche, le dio miedo, luego tristeza, una profunda tristeza que le despertó el llanto y  le retorció el estómago.  Quiso gritar y no gritó, quiso caminar y no caminó, le dió asco y luego otra vez, temible, paralizante miedo.