viernes, 23 de septiembre de 2011

Chueca.

ME gusta verte así
en emoción de estatua
cuando no te pervierten las necesidades
y te reflejas en un café negro
en fuga y misterio,


me burlo como disfraz
mientras sigen tus ojos tocando el tiempo
en caminito a la boca
con olor a puerto
mirando através del rio
arrancándole marineros al mar.

Sueños de primera.

El árbitro pegó el pitazo inicial del juego, se escuchó un sonido alto, corto y potente. La pelota Tango de cuero blanco lucía una fina capa de agua que cubría toda su circunferencia, era una noche húmeda. Finas líneas negras cruzaban el césped de algodón rojo punzó de banda izquierda a banda derecha.
Movió la pelota -con la camiseta número diez- y se la pasó al nueve. Se dió cuenta entonces que también era él. La jugada preparada lo obligó a jugar recto y hacia atrás para el número cinco. Al recibir el balón, otra vez descubrió que el que recibía era él mismo pero por la inercia de la jugada no pudo reaccionar al verse en todos.
El Rifle, con pelota al pie, levantó la cabeza y con elegantes movimientos sacó un zapatazo preciso del centro del campo a la línea de los últimos treinta metros sobre la raya lateral izquierda. A la carrera, con gran velocidad, el carrilero izquierdo, cargando el tres en la espalda, despegó del suelo y recibió la pelota con el empeine de su pie derecho en el aire, deteniéndola. La pelota descansó mansa sobre el rojo césped durante un segundo, hasta que nuevamente el Rifle rompió su descanso con decisión. Corrió recto sobre la raya lateral pasando de lleno al juez de línea, Rodrigo Pizzi Gader, el carnicero del pueblo y compañero de primaria. Casi ciego de velocidad, sólo mirando el avance de la pelota, haciendo equilibrio con su pera pegada al cuello, llegó hasta el fondo de la cancha y sin frenar sacó un centro combado de afuera hacia adentro que cayó de lleno en el área chica, encontrándose en la trayectoria con la frente del diez, aquél que inició el juego y, que como todos, era él mismo. Simplemente poner su frente y abrir bien los ojos le alcanzó para dejar al arquero rival sin chances, que no dio más respuesta que la de quedarse mirando la pelota entrar en el ángulo superior derecho de su arco.
En treinta y tres segundos secos del primer tiempo Estación Quequén le ganaba a Independiente de Lobería por uno a cero y establecía, hasta la fecha, el gol más rápido de la historia del fútbol moderno.
Salió corriendo festejando con el brazo derecho en alto y su puño cerrado como apretando su propio gol en la mano. Pensó que con esta anotación se ponía primero en la tabla de goleadores, que las primas por gol de visitante pagan más que la primas de local, pensó en El gráfico, en el mundial, en Maradona, pensó que igual no pagan los sueldos desde hace meses. Se preguntó: ¿cómo se llamaba el arquero de Independiente?, ¿cómo se llamaba la pelota del mundial 86?, ¿era la Jalisco? ¿O la Jabulani?
Miró la tribuna popular detrás del arco donde se ubica la hinchada local y todos tenían la misma cara de una mujer que no alcanzó a identificar. Justo antes de llegar al vértice del córner, corriendo sobre la línea final, miró esta vez las gradas de la platea frente a él y entonces logró reconocer el rostro que veía en todos, era el de Pía, su mujer.
Al llegar al banderín del córner le pegó una fuerte patada y el palo se quebró en dos partes, al instante le dió vergüenza y se sintió un pelotudo. Se dió vuelta. Venían corriendo hacia él con fuerza de malón todos los jugadores del equipo, incluido el arquero. Estaban con el torso desnudo, los botines negros sin cordones, los calzoncillos azul petróleo, y todos -definitivamente- eran él. Le dio terror, le saltaron encima los diez para abrazarlo con violencia, cayeron todos al piso y se despertó transpirado de los pies a la cabeza en la cama. Abrió los ojos, el despertador estaba sonando alto y claro.
Jonás todavía dormía en la habitación de al lado, soñaba lo mismo que su papá, El Rifle, pero en su sueño él era el número uno, el arquero de Independiente de Lobería, el equipo rival de su padre. El campo de juego era más de nylon que de algodón, blanco con rombos negros sobre el centro. Su equipo vestía sin botines y de medias blancas, pantalones cortos de cuadros rojos y verdes, la camiseta de gruesas rayas marrones y fondo verde. Identificó rápidamente que todos en las gradas tenían la cara de su madre enojada. Se despertó angustiado y multiplicó esa angustia cuando su madre lo zamarreó con fuerza y le gritó:
- Arriba Jonás, despertarte. Dale, dale… vamo, arriba, al colegio.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Bicicletas Philips.


Al salir de la casa, un señor en bicicletas, manejaba con una mano y en la otra llevaba dos vecinas recién depiladas que chismeaban entre ellas y no les importaba que el barrio les mirara evitando pisar charcos, mierda y barro en la calle de tierra frente a los faroles de los perros tuertos de ladridos monstruos y toscasos en el medio de la frente.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Niño panza.


La resaca del porro en un fraseo de piano tocado con la punta de los reproches en la espalda del niño panza revuelto de histerias con mariscos del mediterráneo comprados en el chino con monedas de pasto en aerosol de muy buena calidad reprimida de tan poco tiempo para gastar que se lo fuma hasta el final, hasta el filtro de los dedos, tira la ceniza en las uñas como a la comida que la lleva escondida en el bolsillo de atrás.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El gabinete del doctor Caligari.

LAS PIERNas delineadas en negro
sobre arrugados labios colorados
ella es despertar sin mi
no me registra en su lista espesa

sus hijos se han dormido
una gaviota se hace el puerco debajo de la alfombra
reina con la oreja del gabinete
y a la mugre la usa de pollera

se limpia los dientes del comedor
cuelgan las tetas de sus pensamientos
y prolonga la coda de las refacciones

falta envido de mi petitorio
que cuando los deseos se encuentran
los besos… se besan

en un mundo de nudos lejos
subrayando el lujo y el drama
sin anclajes en la puesta en escena
sin perfume de indicios
ella sola desnuda subsidiada de sentidos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Costra de sopa.

EN el país de las estancias
iluminando el trabajo del mundo infante
la Patagonia cabalgando de los pañales
con el silencio echando raíces
gorda de chupar lombrices

en el botón de tu boca
la baba del capuchón
salta del prepucio a la mesa
con la urgencia del estornudo

en el epilogo de la noche
niebla de guerra
costra de sopa en los platos
y una canción escrita para el follón
del suicidio del clarinete.