lunes, 28 de noviembre de 2011

La niña de los cuadernos.

Me contaron la historia de una niña que escribía en cuadernos.

Un día descubrió que había muchos, infinitos temas,
desesperada por abrazarlo todo,
(intento una misión casi imposible)
tener un cuaderno por cada tema que la vida le presentara.

Estrellas.

Hablamos de todo,
me contaba de mi, de quien soy,
hablamos de las estrellas que venimos a bajar a  este mundo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Una mierda de otro cuerpo.

Me muero de la obesidad de lo cotidiano,
son diez pasos hasta el muro
y al vacio ahí solo un salto.

Me voy
me voy
te vomito el territorio
y se ríen, sonríen
no lo saben
(no de mi)
se asustan de ellos mismos.

Shhh
silencio
soy yo
se vos.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Melody maker.

Detrás de la ventana, la oscuridad y  el vacío profundo, negro, abarcando todo lo posible, la nada.
El tiempo despierta al sol que tímido asoma al mundo y van moviéndose los colores. Se forma una bola incandescente que crece y pelea por hacer de la negritud, la luz.
El sol naciente se alía con la escollera para enmarcar el horizonte y el este se proyecta de color rojo, se prende fuego y lo que no existía ahora es.
Apenas algunas olas se ven romper contra las bruscas piedras que mantiene la escollera en su lugar, se animan las aves a volar y el sol joven descansa para tomar el último impulso y llegar bien arriba, alto, intocable, inmenso.
La bola roja no ciega esos ojos que la miran, se hace amarrilla hacia el centro y se cierra perfecta sobre sí misma. El mar no se confunde con el cielo, se divorcian en una línea infinita que se pierde hacia el oeste que espera paciente a que le toque el día.
Son muchas ahora las gaviotas que se animan a volar y a cantar,  muchas las olas que acarician y lavan la costa con espuma blanca. Se forman nubes como algodones que acompañarán la procesión del sol al centro del cielo, nubes que llegarán cargadas y negras al mediodía.
Adentro la música de sonidos electrónicos, golpe a golpe hipnotiza, los cuerpos se mezclan, bailan y saltan delante del Dj observando desde las alturas de su altar.
Dentro de este transpirado cajón de manzana gigante,  Jonás extraviado mirando el amanecer por los ventanales de cara al Atlántico. A unos metros sorteando tres escalones, Mariana no deja de mirarlo mientras baila y baila en un trance colectivo.

-¿No bailas vos?
-Si bailo.
-Sos raro.
-¿Por qué?
-Te haces el raro.
-¿Y vos?
-El místico, Jonás el místico.
-Cualquiera.
-¿Qué mirás?
-A vos.
-Epa.
-Mirá eso.
-¿El qué?- Lo miro a los ojos y Jonás no le aguantó  la mirada, se paró sobre sus dedos del pie para alcanzarlo en altura y encontrarlo en la boca para besarlo cortito.
-Te lo robé, ja-. Y se fue a bailar con sus amigas.